Conoce Nuestra historia
Familia Frech
La historia
La tierra Prometida
La historia comenzó en el año 1857, cuando un grupo de colonos alemanes y austriacos emprendieron un viaje peligroso y emocionante hacia una tierra desconocida, en busca de una nueva vida en América del Sur. Su destino era Pozuzo, un lugar remoto y misterioso en la selva amazónica de Perú.
Al llegar al destino prometido, los colonos encontraron una tierra exuberante y fértil, llena de oportunidades y en donde comenzaron a construir sus casas de madera y a trabajar la tierra, cultivando café, cacao y otros productos agrícolas.
Tres años después, se había establecido una próspera comunidad de 564 personas, construyendo más de cien cálidas casas de madera. Entre ellos había 299 hombres y 265 mujeres, 174 de los cuales eran alemanes y 391 eran hijos de los colonos. El amor y el trabajo habían florecido en aquel rincón del mundo.
- 1868 - 1888
CAPÍTULO I: "Un nuevo grupo de colonos en busca de un futuro mejor"
En 1868, un nuevo grupo de colonos llegó a las costas del Perú desde Europa. Esta vez, los recién llegados eran de Austria y Alemania, y se dirigían hacia el remoto pueblo de Pozuzo. Entre ellos se encontraba Karolina Frech, una mujer de 35 años, y sus cuatro hijos pequeños: Josefa (nacida en 1859), Francisco Xavier (nacido en 1862), Alberto (nacido en 1864 en Innsbruck) y María Serafina (nacida en 1867 en Flirsch).
Aunque Karolina estaba casada con Francisco Schmidt, de él se desconoce su paradero, ya que Karolina abordó sola con sus cuatro hijos el barco italiano Valparaíso.
Después de 97 días de un largo y agotador viaje en alta mar, el grupo de colonos finalmente llegó al puerto del Callao, Lima – Perú, el 22 de julio del año 1868. Una vez cumplida con la cuarentena reglamentaria, emprendieron el camino hacia la tierra prometida, Pozuzo. El viaje se realizó con mulas, pues era la única forma de avanzar por los estrechos y peligrosos caminos que conducían hacia su destino.
Durante el camino, la salud de Karolina y su hija menor, María Serafina, se vio afectada por la altitud y el clima frío de la región. Ambas mujeres contrajeron neumonía y fallecieron en la ciudad minera de Cerro de Pasco, que se encuentra a 4500 metros sobre el nivel del mar. Los tres hijos de Karolina quedaron huérfanos.
Josefa, la hija mayor con nueve años de edad, fue acogida por una familia apellidada Bermúdez y se quedó en la ciudad de Cerro de Pasco. La comunicación en aquellos tiempos era difícil para los hermanos Frech, parecía imposible ponerse en contacto con sus familiares en Austria. Así, los dos hermanos, Francisco Xavier, de seis años, y Alberto, de cuatro años, fueron acogidos por otros colonos que continuaban el peligroso viaje hacia Pozuzo.
La ruta era angosta y solo apta para acémilas, lo que hizo que el viaje fuera aún más difícil y arriesgado. Tuvieron que enfrentar la hostilidad de la selva, derrumbes, lluvias torrenciales y crecida de ríos. Era una trocha improvisada que habían construido durante dos años de arduo trabajo los primeros colonos alemanes que llegaron al Perú en 1857.
Del segundo grupo de colonos, se tenía el registro de 300 inmigrantes. Estos iniciaron la travesía hacia la «tierra prometida» el Pozuzo, pero solo lograron llegar 170 pues muchos fallecieron en el camino.
Al llegar al destino encontraron que la realidad distaba mucho de lo que les habían prometido. La «tierra prometida» era en realidad un lugar inhóspito, aun cuando los colonos de la primera inmigración estaban asentados varios años en la zona, no deja de ser un paraje perdido en la selva peruana, olvidado por el gobierno, sin vías de comunicación, sin asistencia, ni ayuda de ninguna clase. Vivían en condiciones extremas de pobreza y abandono. Pero a pesar de las dificultades y las falsas promesas, el nuevo grupo de colonos decidió iniciar una nueva vida en Pozuzo.
- 1889 - 1894
CAPÍTULO II: "Los hermanos Frech se separan"
Con el paso de los años, Josefa Frech creció ajena a sus hermanos con la familia Bermúdez en Cerro de Pasco, mientras que Francisco Frech y Alberto Frech iniciaron su nueva vida en Pozuzo. Ambos hermanos perdieron el contacto total con la mayor de los Frech.
Francisco finalmente se instaló en Pozuzo y se casó con Filomena Ruffner. Alberto, de alrededor de 25 años, consiguió trabajo con un hombre llamado Matías Müller, un alemán que había establecido su hogar en Tingo de Huancabamba, a varios días de viaje desde Pozuzo. Matías estaba casado con Crecencia Randolf y tenía ocho hijos, uno de los cuales, Virginia, llamó la atención de Alberto. Después de ahorrar durante tres años, Alberto decide viajar a Chontabamba (Oxapampa) para comprar su propio terreno e iniciar su propia chacra. El 28 de agosto de 1894, Alberto Frech y Virginia Müller contraen nupcias.
- 1893
CAPÍTULO III: "El primer contacto"
Francisco y Alberto, los hermanos Frech, aún no tenían rastro de su hermana Josefa. Desconocían si seguía viva o si había encontrado su final en alguna parte desconocida de la vasta y peligrosa selva.
Pero fue en el año 1893, cuando la casualidad decidió sonreírles. Recibieron noticias de ella a través de un encuentro inesperado. El señor Miguel Maúrtua, al conocer a Alberto en Oxapampa, le confió que conocía a una mujer llamada Josefa Frech, quien vivía en la ciudad de Tarma y estaba casada con un viudo de nombre José Carpena.
Emocionado por la noticia, Alberto no tardó en comunicársela a Francisco, que vivía en Pozuzo con su esposa Filomena Ruffner y sus dos hijos, Juan y Karolina. La noticia conmocionó a los hermanos, que habían pasado un cuarto de siglo sin saber nada de su hermana Josefa.
La alegría de encontrarla fue inmensa, pero generó nuevas interrogantes: ¿Cómo estaría su hermana? ¿Habría sufrido mucho en estos años de separación? La incertidumbre se mezclaba con la esperanza. Los hermanos se preparaban para comunicarse con ella a través de cartas.
En su carta, Alberto le contó todo lo que había sucedido en sus vidas durante todo ese tiempo: Francisco estaba bien, viviendo en Pozuzo, y él estaba a punto de casarse con Virginia Müller. Josefa, por su parte, le respondió en noviembre de ese mismo año, expresando la misma ansiedad que sentían sus hermanos por reencontrarse. Francisco y Alberto apenas recordaban a su hermana debido a la corta edad que tenían al separarse. La noticia de su supervivencia los llenó de alegría y la ilusión de poder verla de nuevo se convirtió en una realidad cada vez más cercana.
Sin embargo, el tiempo siguió su curso inexorable y el anhelo de Alberto de reunirse con su hermana se fue haciendo cada vez más difícil de cumplir. El trabajo en la chacra era agotador y consumía la mayor parte de su tiempo, dejándolo sin energías y recursos para hacer el largo viaje hasta Tarma. Además, la distancia entre los dos lugares era enorme; el camino era arduo, peligroso y sobre todo en la temporada de lluvias, cuando los caminos se volvían intransitables.
A pesar de todo, Alberto no perdió la esperanza de poder reunirse con su hermana algún día. Se mantuvo en contacto con ella a través de cartas, enviándole noticias de su vida en la chacra y de su familia. No era lo mismo que estar juntos en persona, pero al menos se sentía reconfortado al saber que ella estaba viva y bien.
Mientras tanto, Francisco seguía viviendo en Pozuzo con su esposa e hijos, sin saber muy bien qué había sido de su hermana después de tantos años de separación.
- 1910 - 1932
CAPÍTULO IV: "Comunicación con cartas"
La última carta en respuesta que había recibido Alberto de Josefa databa del 13 de marzo de 1897. En su afán por no perder comunicación con su hermana Josefa, continuó escribiéndole sobre los sucesos de su vida. En una de sus cartas, le cuenta con entusiasmo que ya tiene dos hijos: Margarita Carolina, de dos años y cuatro meses, y Pedro Alberto, de tan solo seis meses de edad. También le informa que su hermano Francisco ha formado su propia familia y ya tiene cuatro hijos. En la pluma de Alberto se reflejaba la vida difícil y llena de obstáculos que llevaba junto a su familia.
Más tarde, en 1910, la tragedia azota el Pozuzo cuando una epidemia de fiebre amarilla golpea la región. Alberto escribe a Josefa para contarle que su hermano Francisco, junto con su esposa Filomena y todos sus hijos, excepto Sabina, la menor, han fallecido a causa de la enfermedad. También le informa que su propia esposa, Virginia, ha estado gravemente enferma por varias semanas con una especie de gripe y que, en ese momento, ya tienen siete hijos.
La situación empeora aún más en 1918, cuando Alberto le escribe a Josefa para contarle que Virginia ha estado en cama durante tres meses debido a quemaduras graves que sufrió en un accidente doméstico. La lámpara que utilizaban para alumbrarse se incendió, dejándola con quemaduras en brazos y piernas. El sufrimiento es enorme y, como si fuera poco, no hay medicamentos ni médicos disponibles. Alberto y Virginia ya tienen 10 hijos, 5 hombres y 5 mujeres, lo que hace que la situación sea aún más difícil de manejar.
El 22 de marzo de 1920, Alberto tomó pluma y papel para escribir a su querida hermana Josefa y contarle sobre los sucesos de su vida. Con alegría, le informa que su esposa Virginia ha mejorado notablemente de las graves quemaduras que sufrió hace tiempo. Pero la noticia más destacada fue la de la sobrina Sabina, la hija de su hermano Francisco, estaba viviendo en el Pozuzo con su abuelo Ruffner y se encontraba bien. Alberto mostraba alegría en las líneas al saber que la joven estaba bien y segura en su nuevo hogar. Sin embargo, a pesar de estos rayos de luz, Alberto no pudo evitar sentir un poco de tristeza y nostalgia al recordar a su hermano fallecido.
Alberto y Josefa aún no se habían encontrado, seguían escribiéndose cartas, tratando de mantener la esperanza y la fe de verse en el futuro. El tiempo pasaba y los años iban acumulándose, pero la esperanza de un reencuentro seguía viva en sus corazones.
- 1924 – 1933
CAPÍTULO V: "El reencuentro de los hermanos Frech"
Entre los años 1924 y 1932, Alberto y Josefa mantuvieron una comunicación regular por medio de cartas. Siempre anhelaban con gran deseo poder reunirse y conocerse después de tantos años separados. A pesar de la distancia y los obstáculos, su cariño y amor de hermanos nunca disminuyó.
Finalmente, en el año 1933, la oportunidad se presentó. La ciudad de La Merced ya contaba con una carretera que conectaba con la ciudad de Tarma, donde Josefa vivía. Durante la boda de Elena Frech, hija de Alberto, con el señor Eduardo Böttger, aprovecharon la ocasión para visitar a Josefa.
Los hermanos Alberto y Josefa se volvieron a ver después de 65 largos años. Se miraban, abrazaban y lloraban de emoción una y otra vez. Josefa, ya mayor, tenía a su hijo José y 9 nietos; mientras que Alberto, a pesar de las dificultades de la vida en la chacra, había logrado formar una gran familia con sus 12 hijos: Margarita, Luis, Juan, Pedro, María, Elena, Rosa, Olga, Enrique, Frida y Augusto; además de siete nietos.
La reunión fue un momento de felicidad y emoción para todos ellos, una oportunidad única para compartir sus historias, recordar su infancia juntos y ponerse al día después de tanto tiempo separados.
- 1937
CAPÍTULO VI: "Un terremoto y una epidemia"
En el mes de diciembre de aquel fatídico año, la tierra tembló con fuerza en Oxapampa, llevándose consigo parte de la población, entre ellos algunos familiares y colonos. Las casas de adobe, que no estaban preparadas para soportar semejante sismo, se derrumbaron como castillos de naipes. Sin embargo, la tragedia no había hecho más que empezar.
Dos meses después, una epidemia de tifoidea se desató en la región, dejando a su paso un rastro de dolor y desolación. La fiebre alta se adueñaba de los cuerpos, y muchos no lograban sobrevivir.
En el año 1938, Alberto Frech sufrió especialmente las consecuencias de la plaga, ya que le causó la pérdida de cuatro de sus hijos mayores. Luis, que dejaba atrás a cuatro hijos, falleció el 12 de marzo; Alberto, quien falleció el 14 de marzo junto a su hijo Carlos y dejó a tres hijos; Margarita, quien estaba soltera, falleció el 16 de marzo; y finalmente, Pedro, soltero, murió en el mes de octubre.
La familia Frech, como tantas otras en la región, tuvo que soportar un dolor inimaginable. Los demás hijos y nietos, así como otros parientes, lograron sobrevivir a la epidemia; muchos de ellos padecieron la enfermedad durante semanas e incluso meses. Fue un tiempo oscuro y difícil para todos ellos.
- Actualidad
CAPÍTULO VII: "El primogénito de los Frech""
Luis Frech, el primogénito, quien falleció a causa de la tifoidea, había heredado la pasión de su padre Alberto por el trabajo duro y la dedicación a la familia.
Luis se casó con Matilde Böttger Zabanick, hija de Don Emilio Böttger Treu y doña Teodosia Zabanick Verge, tuvieron cuatro hijos (Eduardo, Santiago, Violeta, Ricardo).
Uno de ellos, Eduardo Frech Böttger, quien nació en Chontabamba, Oxapampa, el 16 de julio de 1930, creció rodeado de amor y calor familiar. Desde joven, supo que estaba destinado a grandes cosas, pero nunca imaginó que encontraría la razón de su existencia en los ojos de una hermosa mujer llamada Tula Petronila Chávez Fernández. Ella era la hija de Don Toribio Chávez Bravo, un español que fiscalizaba la producción del aguardiente, y Zarela Fernandez Sánchez, hija de hacendados españoles.
La boda de Eduardo y Tula, en noviembre de 1954, fue una ceremonia emocionante que unió a dos familias de origen europeo, y de su amor nacieron seis hijos: Norman Jacobo, Lolo Wilson, Adelaida Lupe, Herlinda María, Enrique Eduardo y Pilar Luz, cada uno de ellos bendecido con una personalidad única e inolvidable.